Arica – La Paz

Un trazado que une naciones.

En la cosmovisión andina es fundamental la reciprocidad y el intercambio, es así que los pueblos de lo alto y bajo se relacionan entre los diferentes pisos ecológicos de la región por medio de caminos –lo que incluso podemos vislumbrar con el Qhapac Ñan (Camino del Inca), y con los riquísimos hallazgos arqueológicos de la Maestranza Chinchorro. Es así como el trazado del ferrocarril, que surge del Tratado de Paz entre Bolivia y Chile en 1905, emula el tránsito ancestral entre el interior del continente con el Pacífico.

Más de 100 años de como carril para que las mercancías bolivianas naveguen hacia otros puertos, dentro de los cuales han surgido hitos excepcionales que acentúan su valor patrimonial, comenzando por su construcción: ¿te imaginas cómo fue el levantamiento de la vía férrea en pleno altiplano? En el tramo chileno, el ferrocarril que serpentea la alta montaña. Las pendientes y alturas fueron un tremendo desafío para el avance del ferrocarril, por lo mismo, en el trazado encontramos la incorporación de cremalleras: una vía dentada que va entre rieles, a la cual se va enganchando el convoy en las cuestas.

Durante la época del vapor el agua era igual de importante que el carbón para echar a andar los trenes. Es por eso que, junto a la vía férrea, se construyó también una tubería para conducir las aguas del río Lluta hasta la Estación San Martín. Las máquinas a vapor pasaron, pero quedó la cañería y el cauce del río, así que quienes habitan las cercanías de la estación tienen un vergel donde nadie lo hubiera imaginado.

Suman y siguen los retos: por su distancia con otros recorridos, el trazado de Arica-La Paz debió contar con su propia Maestranza, la cual corría a toda máquina para reparar y poner en marcha la alta exigencia que el tramo le daba al material rodante. Y no fue la única, en Central también existieron talleres que apoyaban la ardua labor de ascender, poco a poco los más 4.000 msnm.

El tren es el tercer punto del Tratado de Paz entre Chile y Bolivia, y más allá de ser un medio de comunicación y de transporte, desde la relación laboral derivaron encuentros positivos: partidos de fútbol, conciertos y viajes de cooperación, entre ferroviarios se forjó una amistad verdadera.

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